El atardecer más bello del mundo se llama Laguna Tebinquiche, un espejo de sal a sólo 35 kilómetros de San Pedro de Atacama que nació de los deshielos y las lluvias que rara vez visitan el desierto más árido del mundo.
Ver el sol ponerse desde esta laguna, te aseguro, será una experiencia única y que no puedes dejar pasar en tu viaje.
Por eso, sin darle más vueltas, aceptas mi propuesta y emprendemos rumbo al salar de Atacama.
Llegamos a las siete, justo a tiempo para presenciar el desfile de colores que comienzan a teñir el agua que tenemos a nuestros pies, helada y de apenas unos centímetros de profundidad.
La belleza del desierto nos cautiva, regalándonos generoso el vuelo de majestuosos flamencos que visitan el desierto cubierto de sal.
Los minutos pasan, y el sol se va escondiendo detrás de la cordillera, convirtiéndolo todo en naranjos, rosados y azules que se imprimen en esta laguna espejo.
Te agachas para agarrar un buen puñado de sal entre tus manos y sonríes aliviado al comprobar que no estás en un sueño que nos hace creer que el cielo se duplica bajo nosotros.
Seguimos caminando por la laguna y nos tomamos fotos con los filtros naturales más increíbles del mundo.
Ya no queda casi nada de sol, apenas se asoma tras la cordillera, y decidimos despedirlo con un brindis de exquisito pisco sour, agradecidos con el astro y la laguna por concedernos una de las tardes más bellas de nuestras vidas.